La interesante estrategia de Bolívar y el Atlántico para desarrollarse económicamente.
¿Qué están haciendo las gobernaciones para enfrentar desde lo público un desastre económico que ya deja de ser privado para amenazar la estabilidad financiera de la región? ¿Logrará el Atlántico y la región Caribe resolver el tema económico?
Por Guillermo León Pantoja
na contracción del 20,2% en su economía sufrió la región Caribe durante el año pasado, siendo de lejos la más afectada del país por la pandemia del covid-19. Esto, como era previsible, acarrearía durante los primeros seis meses de 2021 problemas de orden financiero jamás vistos en la costa norte del país.
De acuerdo a las cifras, suministradas por la Superintendencia de Sociedades, en la región Caribe los ingresos pasaron de $75,8 billones en 2019 a $60,5 billones en 2020 lo que indica que la producción general de bienes y servicios en la región experimentaría, durante los primeros seis meses de este año, una muy importante reducción. Con semejante descalabro, sin duda entramos en una recesión que vino a empeorar la -de por sí- maltrecha economía de la costa Caribe; conllevando a una sensible disminución del consumo, de la inversión y de la producción de bienes y servicios. Esto no tardó en aumentar dramáticamente el desempleo, una vez que provocara el despido de innumerables trabajadores en medio de una crisis global sin parangón alguno.
¿Qué están haciendo las gobernaciones para enfrentar desde lo público un desastre económico que ya deja de ser privado para amenazar la endeble estabilidad financiera de la región?
SOÑANDO DESPIERTOS
En ese contexto resultan oportunas y por demás interesantes, las iniciativas lideradas por el departamento del Atlántico apuntándole a una pronta reactivación económica basada en el impulso de la micro, pequeña y mediana empresa, además de la estimulación a proyectos de emprendimiento tecnológico de carácter innovador; todo esto junto a la revitalización de la industria agropecuaria y de uno de los sectores más importantes de la economía en cualquier lugar del planeta, como es la construcción.
La Gobernación del Atlántico, al igual que la del departamento de Bolívar, diseñó un plan estratégico pensando, no solo en la reactivación sino en el crecimiento económico de la entidad territorial. El mismo se basa en el desarrollo de su infraestructura, lo que al mismo tiempo genera empleo inmediato, en mano de obra principalmente.
Pero la apuesta gira también en torno a la transformación agrícola -a través de créditos, capacitaciones, dotación y mucha planificación- y acciones de enorme repercusión en avances tecnológicos como el programa ‘Atlántico Acelera’, una iniciativa que busca mediante un fondo de 10 mil millones de pesos en coinversión no reembolsable, el financiamiento de empresas y emprendimientos con un alto potencial innovador; en otras palabras, convertir al Atlántico en una especie de Silicon Valley de la costa. Es decir, emular a pequeña escala aspectos exitosos que rápidamente llevaron a países como el estado de Israel a sitiales de desarrollo económico insospechados, y todo a punta de nuevas tecnologías.
Otro asunto, no menos interesante pero si mucho más novedoso, es la mirada resuelta que observamos en la gobernación del Atlántico hacia el mar. La oferta turística basada en sus playas y la posibilidad de explotar propuestas de servicios tales como los deportes acuáticos, nunca tuvieron tanto protagonismo como en este momento.
Por décadas el departamento del Atlántico permaneció de espaldas al mar, indiferente a esa riqueza, casi en la misma proporción en la cual Barranquilla vivió de espaldas al río. Hoy ambas reconsideraciones -afortunadamente- son una maravillosa oportunidad de progreso que, paradójicamente, siempre estuvieron allí, en nuestra naturaleza y que le han brindado tanto a Barranquilla como al departamento una nueva orientación en su imaginario.
Finalmente está la apuesta educativa basada en los modelos educativos que fomentó la necesidad de adaptarse a la pandemia, la virtualización y la diversificación de la educación superior sin descuidar la calidad.
Todo esto nos hace pensar que la región, encabezada por el Atlántico, por fin se encamina hacia un verdadero proceso de sostenibilidad y desarrollo que nos hace soñar, pero bien despiertos, con un futuro promisorio.
Mañana, «Las dos Barranquillas ¿irreconciliables?».
